Miré a través del cristal de mi ventana, aquella que posó su boca la niña que ríe todo el día, la niña que ama sin preguntar erizando mi piel cada vez que me dice..."te amo". La niña que es feliz en la vida, por la vida....mi hija, la luz de mi existencia.
Es Otoño, la estación para mí más quisquillosa y traviesa, no sabes si hará frío, si lloverá, ..este señor Otoño, que coarta tus gustos femeninos al desear usar en un día cualquiera, ese atuendo que es el que más te acomoda, o el que más te hace atractiva , si , este Otoño, no te deja libre para elegir... elige por tí. Esta , la estación más incierta y bella , se deja amar, se deja caer así , de a poco , inundando con su presencia a través de las hojas , aquellos calcetines de cada árbol caduco existente en la tierra. Sí, es Otoño, aquel que viene tan lleno de sorpresas, como si fuera el sol, como si fuera la lluvia, las nubes oscuras; como si fuera la vida, como si fuera yo misma....
Han pasado ya 60 años de mi existencia ya robusta, aún tímida, risueña, fanfarrona y dulce. Han pasado 30 desde que alcanzo a recordar que el fruto maduro golpeó mi cabeza, y hoy, aunque no tan maduro tal vez , mi ser existe como los copos de nieve que livianos bailan acompasados sobre la línea casi derecha de mi vida, aquella que seduce, imagina, canta e inventa.
Desde el inicio de mi existencia, mi recuerdo adosado en mi mente es mi hogar, siempre hubo una mesa donde el mantel bordado de colores era el despertar de cada día para ir a la escuela. Mis hermanos hacían su vida, una en sus estudios y en sus paseos nocturnos, el otro un ser sin sombra, inquieto y solo....y yo, observando, viviendo y cantando como siempre hice desde pequeña, porque para mí la vida era una canción, acompañada de la melancolía que siempre sentía, esa sensación de querer transmitir mi felicidad a través de mis cantos de notas tiradas al aire, de mi risa, de mis inventos infantiles los que nadie miraba, nadie escuchaba sino yo misma, que ideaba con mi imaginación infinita mis juegos, mis canciones, mis disfraces, sintiendo el placer de vivir dentro de ello lo mejor de mi niñez.
Una noche llegó a nuestra mesa un señor desconocido, de lentes grandes y espesas cejas, nariz filuda y elegante. Era una de esas tantas veces de cuando somos pequeños, que sin tener conciencia, simplemente nos sentimos ignorados, somos sombras o fantasmas. Mi mamá reía coqueta y mi papá abría botellas, tantas veces como reía, servía su copa, y cada vez con más entusiasmo y risa.
Miré a aquel hombre de nariz filuda, yo calculo de unos 30 años, el que de tanto en tanto respondía a mi mirada tan asombrada y sorprendida, con una leve sonrisa amable y dulce, la que junto a sus ojos, me hacían sentir el cariño de mi padre.
Por la calle cada cierto rato se escuchaba el paso de las carretelas, y al señor que prendía algunos faroles, o al que vendía motemei...y eso, no hace tanto !...hace sólo 55 años.
Mis padres no notaron la complicidad de miradas con este señor para mí tan peculiar, seguían en su tertulia desdeñados a mi presencia. Mi madre seguía con sus coqueteos y mi padre insistiendo con el vino, creo yo, . Si mal no recuerdo, mi padre acabó con las botellas que habían en un mueblecito del pequeño living. Yo me fui a mi pieza, volteando para entregar otra sonrisa al señor, pues su cara me agradaba infinitamente. Me retiré a dormir, aunque, volví nuevamente para mirar a aquel personaje otra vez. Estaba sentado de espaldas a mi puerta, por lo que yo podía mirar tranquilamente y escuchar lo que conversaban. Aquel hombre irradiaba tranquilidad, amabilidad y honestidad, no podía dejar de escuchar su voz, y me emborraché de sus sonidos, a veces hablaba, a veces silvaba, y en los silencios que encontraba para hacerlo, cantaba.. Me llamó la atención algo....no probó la comida de mi madre.
Al otro día, salté de la cama, había que ir a la escuela, lugar que me desagradaba profundamente por las personas que formaban parte de ese lugar. Ya me habían dado coscorrones en mi cabeza, sintiendo la rabia y la amargura a través de la mano de la profesora que tenía por costumbre dar coscachos a diestra y siniestra, desconozco el motivo, lo que jamás conté a mi madre, y lo que aún no sé , es el por qué no me referí a ese episodio a mis 6 años, ..sino solo hasta que fui mayor.
Me vestí lentamente, lavé mis dientes y cara, y me fuí al desayuno que mi madre ya tenía preparado. El, el señor de la noche anterior estaba nuevamente allí, sentado en el mismo lugar de la noche anterior..mi padre dormía. El señor amablemente me saluda con una sonrisa de resplandeciente blanco en sus dientes, no me habló, sólo me brindó su agradable sonrisa otra vez, y su mirada cordial y amorosa.
Vamos chiquita, llegarás tarde!, tomé la mano de mi madre, mi bolsón ,ese de suela dura y pesada, y salí sin chistar para a la escuela. Al salir, el señor se acercó, miró mis ojos con profunda ternura y me dijo....
"Tu, serás cantante, artista, o poetisa, cuidarás muchos niños, y llegarás a cumplir muchos sueños...tal vez pintarás como tu padre, y serás una buena madre, confía en tí" . Mi madre jaló de mi mano, ya pues!!!
A los años, ya tendría yo unos 30, pregunté a mi madre quien era el señor de aquellos años. Conversando bajo el parrón de su casa, ella no recordaba, borré tantas cosas me dijo...- Insisití, en el recuerdo de tantos años atrás, esperando una respuesta evocando a su memoria.. Miró hacia el cielo con sus ojitos seniles, a la espera de sus recuerdos. De pronto y sin prisa, me dice.- Podría comenzar a recordar ese instante de mi vida. Fué una de las pocas en que sentí real felicidad. Me acuerdo que tu papá bebió más de la cuenta, y yo quería que Uds se acostaran, así, podríamos estar él y yo en nuestro aniversario número 6. Y, Si, me acuerdo de esa noche, dice - Tu papá compró una champagne finísima, que para esos años era inalcanzable, éramos jóvenes , y celebrar años de estar juntos para él era una dicha. Recuerdo que brindamos y cenamos unas ostras que había traído para esa ocasión , para después de que las niñitas ya durmieran. Recuerdo ese momento, porque el champagne estaba tan dulce y delicioso que tu padre no pudo parar de tomar, y al final acabó con las 2 botellas! jaja. De tanto hablar y hablar, esa noche se llenó de recuerdos en nuestra conversación, y no paró de hablar de su abuelo, le dió sueño y se durmió. -
Me quedé pensando, porque no se refirió al señor que estaba sentado junto a ellos esa noche. La miro con gran interrogativa en mis ojos, Pero; pero ! y el señor amable que estaba esa noche con uds?, estaba sentado a la mesa y todo, recuerdas?.....Me vuelve a mirar con sus lindos ojos de mujer madura, y me pregunta...- què señor ?- No sería otra noche?, no me acuerdo de ningún señor. No , dice otra vez, éramos sólo tu papi y yo, y tú, que revoloteabas por doquier.!! ríe- Me quedé atónita!...pero, mamá, apunté con gran extrañeza casi volando 25 años atrás!.. Había un hombre allí esa noche!!..- No mi amor, insiste mi madre, estuvimos sólo tu padre y yo, riendo de tantos recuerdos de su infancia. Me contó casi toda la vida de su abuelo, Don Fipippo Lobos Gandia, un poeta, un cantante de tangos, y pintor por naturaleza. Don Filippo, me dice, tu padre lo recuerda como la más linda persona que haya jamás conocido , con su sonrisa amable, dulce y de blancos dientes....Pero esa es otra historia...
Mamá, ....esa noche, yo ví a un señor sentado en tu living.....
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